¿Micaela?
(por Esteban M. Landucci)
(por Esteban M. Landucci)
En el divino caos que es mi habitacion encontré una foto que debía tener unos ocho o nueve años de longevidad. Detrás de esta rezaba «5º "C", año 1988»
Ya ni me acordaba de las caras que hay en esa foto, y cuando la ví no pude evitar retorcerme un poquito el alma.
Estaba yo en esa foto, pero casi ni me reconozco. Tengo en ella un aura de libertad y felicidad con la que ya no cuento.
Fue esa una de las razones por la cual el corazon me dió un vuelco al observar esa foto. La otra razon es mas evidente: una mujer. En realidad no una mujer, sinó una chica... Una niña.
Al ver esa foto volvieron todos mis recuerdos de golpe. Todas esas mañanas en la lejana escuela primaria, los cortos viajes de estudio a Santa Fé, San Lorenzo y Buenos Aires, los campamentos de fin de curso... Los besos inocentes bajo la copa de los arboles que adornaban la puerta de la escuela, mientras nuestros padres nos iban a buscar, los bailes que organizaban los cursos mayores para sus viajes de egresados. La alegria de ser chico y libre, de correr por donde quisiera sin saber donde es el Norte y el Sur, ni donde acaba el mundo. Tantos recuerdos de una realidad tan hermosa ya terminada y olvidada.
Nunca supe cuándo ni porqué nos separamos, ni tampoco si alguna vez la volví a ver, siquiera de reojo. Ella fue una de esas cosas que ganaron el merito de vivir en el recuerdo en vez de ir desangrandosé y vaciandosé de interés.
Ella vivió, o en realidad murió en mi recuerdo, hasta el dia de hoy, que volví a ver esa foto. La dejé sobre la cómoda y salí de esa nube de recuerdos para continuar con lo que me quedaba de vida.
Al verme mi mamá notó algo raro en mi.
Haciendo uso de esa capacidad que tienen las madres de que le contemos todo cuando en realidad no es nuestra intención vaciar con ellas nuestros sentimientos, terminó por robarme un suspiro de confesiones.
- Encontré una foto de Micaela, ¿te acordás? Mi noviecita de la primaria -le dije, finalmente.
- Mmm... Si te digo que me acuerdo te miento, Alejo. -dijo despreocupada- Pero, ¿por qué esa cara larga? ¿Por una foto nada mas?
- No... En realidad no quiero hablar de eso, ma. Entendeme.
- Mirá Alejito, vos podés ser un chico grande ya, a tus diecinueve años, pero no por eso vas a dejar de ser honesto conmigo, mas cuando sabes que puedo ayudarte.
Dudé un poco de lo que iba a responder. A veces se nos hace dificil expresar algunas cosas a nuestros progenitores, y este caso no era la excepcion.
- Lo que pasa es que me acordé de esa época... -se me escapó la mirada hacia el azul del cielo a traves de la ventana- Era tan libre, tenía tan pocas responsabilidades, tanta felicidad, tantas ganas de vivir. Y ahora que no sé para donde correr, acordarme de todas esas cosas me hace perder mas el sentido de orientacion.
Mi madre me miró con una expresión poco comun en ella. Era una mujer muy directa e informal. De chico me habia enseñado a decir las cosas como son y no dar tantos rodeos. Sin embargo esta vez mientras me miraba pareció envejecer todo lo que no habia envejecido en su vida, y amagó un arranque de filosofia...
"Hijo... Si seguís perdiendo tu inocencia y olvidás el niño que tenés adentro ya nunca mas encontrarás el gozo en ninguno de los rayos del Sol que te ofrezca la vida".
Después de unos segundos en silencio, tratando de procesar todo lo que habia oído, solo tuve palabras para responderle lo mas sincero que se me ocurrió:
- Má, ¿qué decis? Hablame en castellano.
Ella, como saliendo de un trance, me miró con otros ojos durante un leve lapso de tiempo, y sin mas me dijo:
- Nada hijo, que no intentes volverte adulto tan rápido.
"Curioso, -pensé- se pasan la vida esperando que crezcamos para no tener que andar atrás nuestro ordenando nuestras vidas, y a la primera demostración de madurez piden a gritos que no nos escapemos nunca de su vientre protector".
Tomé un trago de agua fría y mastiqué un poco de silencio incomodo, mientras ponia en orden mis pensamientos. O mejor dicho, mientras ponia mas en desorden lo que quedaba de ordenado en mis pensamientos. Mi madre se dió cuenta que reflexionaba y seguía sin poder sacarme la angustia de adentro.
- A ver, hijo... ¿Por qué no me traes la foto de la chica esa tan linda que me dijiste? ¿Cómo se llamaba?
- Micaela, Má. No puedo creer que no te acuerdes de ella. -dije y dejé la jarra de agua y las galletitas, levantandomé.
Al entrar en la habitacion fui directo a la foto que habia sobre la cómoda.
"¿Cómo? ¿Y Micaela?" -pensé- "No puede ser, esta debe ser otra foto"
Revolví la habitacion dando vuelta todo lo que encontraba a mi paso, pero ni rastros de la foto. De ninguna foto en realidad.
Volví a dirijir la mirada hacia la foto de la cómoda. El mismo fondo, yo con las mismas ropas que en la foto de Micaela, la misma sonrisa, la misma expresión de libertad. -¿Donde está Micaela?-.
"Creo que en vez de adulto me estoy convirtiendo en neurótico".
Bajé las escaleras pensando y al ver a mi madre le dije:
- Ma, ¿te acordás dónde está el librito ese donde salian los nombres y las fotos de los alumnos de todos los años?
- El anuario, en otras palabras Alejo -dijo mi madre irónica.
- Si ma, el anuario.
- Está guardado en el último cajon de tu cómoda, con los cuadernos y carpetas de la primaria, y toda esa cantidad de cosas que tiras vos por ahí -hizo una pausa y mientras yo volvía a subir la escalera gritó- ¡Que dicho sea de paso podrías ordenar de vez en cuando!
Salí disparado dejando un "si ma, un dia de estos" en el aire.
Abrí dicho cajon y encontré el anuario.
«Quinto año "C", año mil novecientos ochenta y ocho»
No, no habia ninguna Micaela en la lista. Tomé nuevamente la foto y miré el reverso, buscando algun error. «5º "C", año 1988». El que aparecía al lado mío en la foto era Pablito, al que veía de vez en cuando.
Bajé nuevamente la escalera todavia buscando explicaciones a lo que habia visto en esa foto.
- ¿Y hijo? -dijo mi madre, que se batia a duelo de cuchillo con una papa, ya habiendo vencido una cebolla- ¿La foto de Micaela?.-
No sabia muy bien qué contestar, ni tampoco quería pasar por loco delante de mi madre...
- Dejá má, ¿Para qué tanto lio por una foto? -y agregué con un tono dramático:- A algunos fantasmas es mejor dejarlos en el recuerdo.
Mi madre rió divertida ante mi ocurrencia y por segunda vez en el dia se le animó a la filosofia:
"El común de los hombres prefiere sepultar los fantasmas en el cementerio del recuerdo antes que darles juicio justo"
Impresionado nuevamente por este nuevo impulso de mi madre de poner en su boca palabras de sabio, quedé otra vez en silencio.
Sentado como estaba, me puse a mirar el cielo a travez de la ventana del comedor.
Era una tarde hermosa. El viento soplaba suave y la temperatura era la de siempre en primavera: perfecta. Un solo detalle restaba perfección al momento: el silencio espeso y tangente. Mi madre tambien pareció notarlo, y es por todos sabido que las madres tienen siempre las palabras justas guardadas en algun rincon entre los quehaceres del hogar, la crianza de los hijos y el disfrute de sus propias vidas, asi que simplemente dijo "Lindo dia para ir al club, ¿no?"
La miré con una sonrisa y le solté un "tenes razon ma, me cambio y me voy al club con los chicos".
- Valla niño, y recuerde que hay que saber endurecerse sin jamás perder la ternura.
- ¿Otra vez con los aires de filosofa, ma? -dije riendome.
- No hijo, esa la dijo el "Che" Guevara.
Ya ni me acordaba de las caras que hay en esa foto, y cuando la ví no pude evitar retorcerme un poquito el alma.
Estaba yo en esa foto, pero casi ni me reconozco. Tengo en ella un aura de libertad y felicidad con la que ya no cuento.
Fue esa una de las razones por la cual el corazon me dió un vuelco al observar esa foto. La otra razon es mas evidente: una mujer. En realidad no una mujer, sinó una chica... Una niña.
Al ver esa foto volvieron todos mis recuerdos de golpe. Todas esas mañanas en la lejana escuela primaria, los cortos viajes de estudio a Santa Fé, San Lorenzo y Buenos Aires, los campamentos de fin de curso... Los besos inocentes bajo la copa de los arboles que adornaban la puerta de la escuela, mientras nuestros padres nos iban a buscar, los bailes que organizaban los cursos mayores para sus viajes de egresados. La alegria de ser chico y libre, de correr por donde quisiera sin saber donde es el Norte y el Sur, ni donde acaba el mundo. Tantos recuerdos de una realidad tan hermosa ya terminada y olvidada.
Nunca supe cuándo ni porqué nos separamos, ni tampoco si alguna vez la volví a ver, siquiera de reojo. Ella fue una de esas cosas que ganaron el merito de vivir en el recuerdo en vez de ir desangrandosé y vaciandosé de interés.
Ella vivió, o en realidad murió en mi recuerdo, hasta el dia de hoy, que volví a ver esa foto. La dejé sobre la cómoda y salí de esa nube de recuerdos para continuar con lo que me quedaba de vida.
Al verme mi mamá notó algo raro en mi.
Haciendo uso de esa capacidad que tienen las madres de que le contemos todo cuando en realidad no es nuestra intención vaciar con ellas nuestros sentimientos, terminó por robarme un suspiro de confesiones.
- Encontré una foto de Micaela, ¿te acordás? Mi noviecita de la primaria -le dije, finalmente.
- Mmm... Si te digo que me acuerdo te miento, Alejo. -dijo despreocupada- Pero, ¿por qué esa cara larga? ¿Por una foto nada mas?
- No... En realidad no quiero hablar de eso, ma. Entendeme.
- Mirá Alejito, vos podés ser un chico grande ya, a tus diecinueve años, pero no por eso vas a dejar de ser honesto conmigo, mas cuando sabes que puedo ayudarte.
Dudé un poco de lo que iba a responder. A veces se nos hace dificil expresar algunas cosas a nuestros progenitores, y este caso no era la excepcion.
- Lo que pasa es que me acordé de esa época... -se me escapó la mirada hacia el azul del cielo a traves de la ventana- Era tan libre, tenía tan pocas responsabilidades, tanta felicidad, tantas ganas de vivir. Y ahora que no sé para donde correr, acordarme de todas esas cosas me hace perder mas el sentido de orientacion.
Mi madre me miró con una expresión poco comun en ella. Era una mujer muy directa e informal. De chico me habia enseñado a decir las cosas como son y no dar tantos rodeos. Sin embargo esta vez mientras me miraba pareció envejecer todo lo que no habia envejecido en su vida, y amagó un arranque de filosofia...
"Hijo... Si seguís perdiendo tu inocencia y olvidás el niño que tenés adentro ya nunca mas encontrarás el gozo en ninguno de los rayos del Sol que te ofrezca la vida".
Después de unos segundos en silencio, tratando de procesar todo lo que habia oído, solo tuve palabras para responderle lo mas sincero que se me ocurrió:
- Má, ¿qué decis? Hablame en castellano.
Ella, como saliendo de un trance, me miró con otros ojos durante un leve lapso de tiempo, y sin mas me dijo:
- Nada hijo, que no intentes volverte adulto tan rápido.
"Curioso, -pensé- se pasan la vida esperando que crezcamos para no tener que andar atrás nuestro ordenando nuestras vidas, y a la primera demostración de madurez piden a gritos que no nos escapemos nunca de su vientre protector".
Tomé un trago de agua fría y mastiqué un poco de silencio incomodo, mientras ponia en orden mis pensamientos. O mejor dicho, mientras ponia mas en desorden lo que quedaba de ordenado en mis pensamientos. Mi madre se dió cuenta que reflexionaba y seguía sin poder sacarme la angustia de adentro.
- A ver, hijo... ¿Por qué no me traes la foto de la chica esa tan linda que me dijiste? ¿Cómo se llamaba?
- Micaela, Má. No puedo creer que no te acuerdes de ella. -dije y dejé la jarra de agua y las galletitas, levantandomé.
Al entrar en la habitacion fui directo a la foto que habia sobre la cómoda.
"¿Cómo? ¿Y Micaela?" -pensé- "No puede ser, esta debe ser otra foto"
Revolví la habitacion dando vuelta todo lo que encontraba a mi paso, pero ni rastros de la foto. De ninguna foto en realidad.
Volví a dirijir la mirada hacia la foto de la cómoda. El mismo fondo, yo con las mismas ropas que en la foto de Micaela, la misma sonrisa, la misma expresión de libertad. -¿Donde está Micaela?-.
"Creo que en vez de adulto me estoy convirtiendo en neurótico".
Bajé las escaleras pensando y al ver a mi madre le dije:
- Ma, ¿te acordás dónde está el librito ese donde salian los nombres y las fotos de los alumnos de todos los años?
- El anuario, en otras palabras Alejo -dijo mi madre irónica.
- Si ma, el anuario.
- Está guardado en el último cajon de tu cómoda, con los cuadernos y carpetas de la primaria, y toda esa cantidad de cosas que tiras vos por ahí -hizo una pausa y mientras yo volvía a subir la escalera gritó- ¡Que dicho sea de paso podrías ordenar de vez en cuando!
Salí disparado dejando un "si ma, un dia de estos" en el aire.
Abrí dicho cajon y encontré el anuario.
«Quinto año "C", año mil novecientos ochenta y ocho»
No, no habia ninguna Micaela en la lista. Tomé nuevamente la foto y miré el reverso, buscando algun error. «5º "C", año 1988». El que aparecía al lado mío en la foto era Pablito, al que veía de vez en cuando.
Bajé nuevamente la escalera todavia buscando explicaciones a lo que habia visto en esa foto.
- ¿Y hijo? -dijo mi madre, que se batia a duelo de cuchillo con una papa, ya habiendo vencido una cebolla- ¿La foto de Micaela?.-
No sabia muy bien qué contestar, ni tampoco quería pasar por loco delante de mi madre...
- Dejá má, ¿Para qué tanto lio por una foto? -y agregué con un tono dramático:- A algunos fantasmas es mejor dejarlos en el recuerdo.
Mi madre rió divertida ante mi ocurrencia y por segunda vez en el dia se le animó a la filosofia:
"El común de los hombres prefiere sepultar los fantasmas en el cementerio del recuerdo antes que darles juicio justo"
Impresionado nuevamente por este nuevo impulso de mi madre de poner en su boca palabras de sabio, quedé otra vez en silencio.
Sentado como estaba, me puse a mirar el cielo a travez de la ventana del comedor.
Era una tarde hermosa. El viento soplaba suave y la temperatura era la de siempre en primavera: perfecta. Un solo detalle restaba perfección al momento: el silencio espeso y tangente. Mi madre tambien pareció notarlo, y es por todos sabido que las madres tienen siempre las palabras justas guardadas en algun rincon entre los quehaceres del hogar, la crianza de los hijos y el disfrute de sus propias vidas, asi que simplemente dijo "Lindo dia para ir al club, ¿no?"
La miré con una sonrisa y le solté un "tenes razon ma, me cambio y me voy al club con los chicos".
- Valla niño, y recuerde que hay que saber endurecerse sin jamás perder la ternura.
- ¿Otra vez con los aires de filosofa, ma? -dije riendome.
- No hijo, esa la dijo el "Che" Guevara.
28/3/05
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