Y, si se quiere, cabe también otra: tampoco soy un asiduo lector de este género, lo cual reduce aún más las posibilidades de que este sea un digno exponente del mismo.
Pero en la vida hay que experimentar, así que, acá está.
El Camino de Alberto
por Emilio Luzbel
Debíamos reunirnos en Bagdad el día once en un hotel convenido. Las misivas de Alberto no auguraban que su camino estuviera exento de peligros.
Al llegar al lugar de encuentro, y tomar una habitación, una nueva carta confirmó que no estaba de más temer por mi compañero. En ella rezaba:
“Para cuando leas esta carta estaré llegando o habré perecido”.
Minutos después, alguien golpeó la puerta de la habitación.
20/11/07
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