Escribí esto una noche de insomnio en la que me encontré de repente escuchando un par de tangos que tengo en el rigido. Lo escribí mas que nada porque no tenia nada que hacer y ya habia agotado los recursos para que me dé sueño. Tambien decidí postear esto porque me di cuenta que las demas cosas que estuve posteando son larguísimas, y lamentablemente, la mayoria de las demas cosas que he escrito son tambien bastantes largas. Este es uno de mis textos mas breves, asi que imaginense el resto... Bueno, los dejo con "Tango", tratenmelo bien.. :]
Un tango amargo hace espeso el ambiente. Hoy quizas la encuentre, quizas no.
Los ojos que pasan lucen turbios, el humo de los cigarrillos inunda todo con un matiz gris ya casi imperceptible por las acostumbradas almas perdidas que bailan al ritmo de un soberano bandoneon. La cicatriz de su cara se inclina hacia algun vago rincon, por donde aparecen los tacos altos que encierran los misterios e intrigas del caracteristico baile rioplatense. Hoy si, alli esta.
La muy soberbia ni parece fijarse en el bravo macho al que persigue su historia de hombre duro, de dientes apretados, que corta las conversaciones filosóficas con la justicia de la faca; pero la rendija de su ojo izquierdo mal pintado ha divisado su cicatriz. Esa inspiradora de temor y respeto, como prueba suficiente de que pelea la calle, y sobrevive a duras penas, sin por eso abandonar la lucha.
Pero el bravo macho titubea. La firmeza en la mano con la que pinta el lienzo de la muerte se le afloja con esa mirada de soslayo.
El pequeño brillo que causan las luces bajas en esos dos objetos del deseo, mezclados entre la nube de cancer del ambiente, le devuelve ese temor inexplicable de no poder engalanar las palabras de la manera que lo hace ante los espectros insignificantes de esta vida. Esos seres que pasan a nuestro lado sin ser siquiera ser conocidos, o percibidos realmente. Le devuelve, en definitiva, ese temor reverencial que prodigaba a la vieja... A su vieja.
El respeto era para el un vano recuerdo, en esa chinela que se levantaba amenazadora, o un fugaz presente, en los ojos expresivos que ahora pasan casi obviandolo, dando la apariencia de que miran hacia otro lado. Pero a sus ojos no queria parecer uno mas de aquel antro, de aquella calle porteña. Ella era distinta; toda una princesa en aquel puterio. Se notaba en su andar, en la seguridad de aquellas piernas, mas filosas que cualquier palabra, entrando en ese mar de tiburones hambrientos. Se podia ver desde la lejania de cualquier pueblito del interior que no era mina de ir para atras, de achicarse en la inferioridad, de entregarse con el chamuyo mas certero.
Y por alli se paseaba, buscando nunca se supo bien qué. Bueno... nunca se supo hasta que se supo.
Para los ojos menos atentos y mas lujuriosos, vagaba sin sentido mostrando su braveza; pero aquel que solo recorría esos antros para verla escondido en su cicatriz, aquel sabia que siempre caminaba dando los mismos pasos, usando cada segundo exactamente igual a la noche anterior, y rozandolo en el mismo lugar, casi como por descuido. Que descuido ni descuido -se largaba a pensar- si esta chinita siempre me guapea para que la saque a bailar. Y hoy si, alli esta. Y ahi viene.
El dos por cuatro de su corazon aumenta a medida que se acerca, como siempre. Que me venga a buscar hoy si es tan brava.
Hoy si -piensa ella- Hoy seguro se me anima. Camina con la misma decision de siempre. Tal vez no entiende que un par de piernas tan valientes son un arma de doble filo, y pueden ser la perdicion de cualquier alma.
Camina y camina, hasta que de tanto mirar por el costado del ojo la cicatriz queda atras, fuera del alcance.
- Ahi se vá... y otra vez ni siquiera me miró. Puta que es jodida esta guacha. -la mira por ultima vez, para ver si logra una mirada, siquiera de rebote- Debe ser viuda la pobre, y querer morir con el alma amargada -larga un suspiro y se vuelve a una morocha que esta pasando- Bue, allá ella, acá hay demasiado macho como pa' andar esperando.
- ¿Adonde está el macho que inventaron tantos rumores de grandeza? Me habré confundido de cicatriz, porque quien hace bailar el arma no es de dejarse ahogar las palabras en la primavera de un tango -gira su cuello para lanzar una ultima mirada, y parece ver como él se da vuelta- Valla una a saber como pudiendo arrancar el ultimo grito del alma de un hombre, no es capaz siquiera de intentar arrancar un suspiro de mi boca -va desapareciendo entre las miradas ansiosas y el palabrerio incesante- Bue, quizás mañana la noche le devuelva el valor y tenga menos miedo de mi cuerpo vivo que de la mueca fria de algun matambre.
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