12 de febrero de 2005

(11#) El Adios Mas Dulce

Antes de dejarles el cuento quiero explicitar que es ciencia ficcion, no pura, pero si en su mayoria. Es un cuento del genero que llaman "Realismo Magico", cuyo maximo exponente es el maestro colombiano, gran idolo mio, Gabriel Garcia Marquez. A lo largo del año 2004 lei muchisimas obras de este autor, y creo que a lo largo eso me llevo a querer emularlo en cierta medida, obvio que nunca alcanzando el nivel de excelencia de las obras del Maestro. Ultimamente cambié un poco mi forma de escribir, a lo que me refiero es que para escribir dejé de decorar situaciones reales de mi vida, y me fijé un poco mas en hechos sociales, creando historias dentro de estos sucesos. Bueno, los voy dejando comenzar con la lectura de "El Adios Mas Dulce", un pequeño cuento de noviembre de 2004.
El Adios Mas Dulce
Ellos se amaban. Cada uno lo entendía como podía. Ella mas chica, el tampoco muy grande. Él habiendo vivido poco, pero más de lo que tenia que vivir. Ella... un misterio.
Parecía conocerse y nunca haber entrado en conflicto con ella misma, vivía la relación como una experta, nunca equivocándose, nunca dejando escapar un “te quiero” de mas, sabiendo cuan poca importancia darle para no arruinarse ella misma el corazón.
Él en cambio vivía la relación tratando de ignorar la necesidad que le dictaba el corazón, para no herir su propio orgullo.
Pero no podía evitarlo... en la distancia mínima, cuando podía sentir su respiración y su voz al oído, le confesaba que era débil y que aunque nunca llegara a ser una buena, honesta y bella persona, jamás se había concebido amor tan grande de un ser por otro, como el que él le profesaba.
Y lloraba, también. Muchas veces lloraba.
Y ella soñaba, y se convencía de quererlo del mismo modo. Pero era imposible. Dios solo lo había mandado a este mundo para vivir y morir por ella. Ella trataba de convencerse.
¡Pobre ingenua! El alma de ese pobre ser solo había venido a vagar a este mundo para mostrarle que hay esperanzas, que siempre existirá el amor para quienes lo merecen.
Pero el también vivía, el también sentía. Ignorando su imperfecta divinidad, tratando de enamorarla hasta con enojo.
Desconocía el designio de su pasar por esta Tierra. Pero... ¿Acaso no lo ignoramos todos? El sabia al menos que su vida dependía de la fuerza de su amor. Era así como este ángel perdía el brillo y sus alas se cansaban cuando la necesitaba y ella se alejaba.
Y en su soledad el se desesperaba tratando de entender el por qué de tanto sufrimiento. Y cuando pensaba en alejarse le hablaba aquella voz. Y las lagrimas de ángel herido (por la impotencia de no comprender lo que pasaba) brotaban de su corazón inundando sus ojos de color indefinido. Esa voz, que le retorcía el corazón y lo hacia sentir tan vivo, tan sufrido, y al mismo tiempo tan amado.
Se juro a sí mismo no escuchar esa voz y terminar con sus penas y con su vida si fuera necesario. Trató de huir, esquivando los poemas, corriendo entre las cartas y los recuerdos que lo alcanzaban. Y la voz lo devolvía a esa dulce esclavitud, diciéndole en un suspiro certero en su oído: «dame otro beso, amor».
Quería huir, pero al abrir sus ojos se encontró de nuevo en aquella cama que le había regalado las mejores horas de su vida.
Pero algo había cambiado, estaban sus alas más fuertes que nunca y su brillo iluminaba alcanzando hasta los más oscuros rincones de la Tierra.
Ella estaba sobre él, abrazándolo, como queriendo nunca mas separarse de su piel. Desnudos ambos, se encontraron haciéndose el amor. Sus cuerpos juntos bailaban en una sinfonía de suspiros, mientras el tiempo perdía todo interés en transcurrir. Sus mentes estaban ocupadas solo en tratar de entender como era que habían llegado a amarse tanto sin darse cuenta...
Y en el fragor de ese intento por liberar tanto amor y sufrimiento acumulado en el tiempo, él no se dio cuenta que sus alas habían tomado demasiada fuerza y se alejaban. Sintió separarse sus labios de los de ella, pero no se preocupo, sabiendo que ella siempre volvía.
Solo alcanzo a abrir sus ojos por ultima vez, cuando subía hacia la muerte. Y mientras observaba como si se tratara de un sueño sus ojos hermosos, volvía a escuchar esa voz...
Esa misma voz, dulce, de niña y al mismo tiempo mujer. Esa voz sensual que seguiría resonando en su corazón hasta en lo más oscuro de la eternidad, repitiendo hasta el final de los tiempos.«Te juro que voy a ser toda tuya, para siempre»
Esteban M. Landucci (7/9/04)

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