No creo que esté "estancado" literalmente, quizas es mi vida la que está estancada. Mis dias se han convertido en nada. Ni lágrimas, ni risas. Nada. A lo mejor algun dia puedo superarlo, o a lo mejor me equivoque, pero hace mucho tiempo que no escribo, y no se si alguna vez voy a volver a hacerlo, por eso les dejo desde ya un saludo muy grande y mi eterno agradecimiento.
A continuacion un cuento que encontré dando vueltas por mi rígido... Es bastante largo...
"El viejo que observaba en el aeropuerto"
Mientras seguían chocándose esas importantes personas por todos lados, yo observaba con mi mirada de viejo, atónito ante tanta ternura inadvertida por esas almas sometidas a las ocupaciones cotidianas hasta el extremo de la servidumbre. Me sorprendía de cómo habían cambiado los tiempos y las maneras de las personas. De la viveza criolla de Martín Fierro hasta los artilugios mágicos del joven Harry Potter... ¿En donde habíamos perdido las riendas de este mundo?
Ya no concebía mas el paso del tiempo como algo real, creía que todo pasaba al mismo tiempo, en un solo compás de Mozart, en uno o dos parpadeos, en mil aleteos de un picaflor. Los únicos recuerdos intactos en mi anciana mente eran el día que la conocí (en ese frío invierno, con su saco negro) cuando ya parecía una mujer y todavía no había abandonado el infantil habito de tomarse la mamadera, con dos cucharadas y media de azúcar. También estaba marcado a fuego ese día en la Costanera rosarina, abrazados los dos y soñando con el futuro. Recuerdo momentos de nuestro casamiento, en una boda que todo el mundo siguió recordando, a pesar de los celos del marido, por la belleza que irradiaba la novia. Poco, y cada vez menos, me viene a la memoria cuando trato de rememorar la mañana en que deje de vivir para siempre mi vida. Si mi concepción equívoca del tiempo no falla, había pasado apenas un año desde que nos habíamos mudado a esa isla paradisíaca con la que ella había soñado desde nuestra temprana adolescencia. Me levante con los primeros olores de la mañana y percibí en el aire que algo habia cambiado irremediablemente. Recuerdo haber caminado por toda la cabaña a orillas del mar buscándola. Mi mente no esta segura, pero creo que a través de mis ojos llenos de lágrimas pude ver como, desnuda, se fundía con el Sol, que apenas empezaba a aparecer en la línea lejana que une Cielo y Mar.
Abro los ojos suavemente, con el pecho mas agitado que de costumbre. Del bello recuerdo de nuestro año en la isla soñada, aparezco nuevamente en el aeropuerto, sintiendo de nuevo que todo sucedió en el mismo segundo. Y ellos todavía están allí, en la misma sala de espera, impasibles ante la ignorancia de todos esos señores apurados que no quieren advertir el crimen contra el amor que allí se sucede.
Estoy seguro de que en mi lugar estarían pensando igual que yo: ¿Cuántas familias habrá visto despedazarse esa sala de espera? ¿Cuántas lágrimas se habían derramado en esos últimos metros, antes de arribar el avión a un destino económicamente seguro, pero sentimentalmente desgarrador?
Continuo observándolos y me acecha el miedo de que hallan perdido sus almas o se hallan muerto en vida, porque tan solo se miran, como queriendo retratarse mutuamente, sin equivocarse ni en un centímetro de piel, ni en un tono de color de sus ojos, ni en un suspiro de alma.
Puedo adivinar que el que se vá es el chico, por todas las valijas que tiene detrás. Además los familiares que se encuentran ahí son demasiado morochos para ser parientes de tanta belleza de cabellos colorados.
Ella parecía tener la esperanza de que él de repente sonriera y dijera que todo era una de sus bromas, pero hasta él tenia la ilusión de que simplemente fuera una broma de mal gusto, como tantas otras, que se le habia escapado de las manos. Pero no era una broma, eran sus vidas las que estaban en esa sala de espera despidiéndose para siempre.
Como les hubiera gustado al menos haberse entregado todo; pero no pudieron, por esos miedos de la adolescencia, por el miedo de darse mutuamente algo demasiado importante y no poder seguir compartiéndolo. Y no se equivocaron en no entregarse al amor, ya que la vida, después de tantas «promesas vanas de un amor» los habia separado, y los habia dejado «como pájaros sin luz». Y si, a veces la vida es un tango.
En esos últimos meses él trató de darle la mejor versión de si mismo, mientras por dentro un cáncer de miseria y tristeza le consumía cada célula del cuerpo y mas que nada de su corazón. Entre las promesas de casamiento y amor eterno se fueron encontrando en la ultima semana. Y él simplemente no sabia como sacarla del mar de fantasías en el que la habia metido. Inevitablemente un día le hablo con la voz entrecortada por los traicionantes nervios... y le dijo:
-“Mi amor, perdoname por no habértelo dicho antes, pero me voy... Me voy a vivir al extranjero”.
Ella lo miró y actuó un sufrimiento, sabiendo que en algún momento a él se le escaparía una sonrisa y confesaría el engaño. Sin embargo no fue una sonrisa, precisamente, lo que se le escapo. La lagrima mas cargada de dolor en 17 años de vida rodó por su mejilla. Quiso borrarla rápido de la cara, para ahogar un poco la vergüenza de llorar, porque le habían dicho de chico que los hombres no lloran. Pero él no era un hombre. Era un chico, que estaba perdiendo todo y tenia derecho a llorar un mar entero si quisiera. Pero en ese momento, trato de mantenerse fuerte.
Dándose cuenta en lo mas profundo de su ser de que no era una broma, pero tratando de convencerse de lo contrario y reflejar exteriormente que estaba bien; le pregunto, como siguiendo la broma, pero queriendo saber cuando se le partiría el corazón irremediablemente:
-“¿Y cuando es que te vas?”.
-“El lunes, dentro de dos días”.
-“Si, claro... El lunes seguro me vas a llamar para que nos veamos, como siempre”.
-“No gorda, voy a querer que nos veamos, pero va a ser nuestra ultima tarde juntos, porque a la noche viajo”.
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