Sótano
Mamá me deja tener un perro viviendo en el sótano. Por eso lo tengo ahí. Ella dijo “nada de perros en la casa”, así que lo mandé al sótano. No es que yo le dé ordenes, ni nada parecido... Las personas y los perros no deben mandonearse, no, no es sano. ¿Alguna vez viste a un perro dándole ordenes a un hombre? Yo no, ¿y a una mujer? Tampoco, no, no. A una mujer tampoco, ni a un niño; menos que menos a un anciano. Los perros son educados y humildes, no andan por ahí hablando de la chica que embarazó el hijo de Norma, ni diciendo “sacá la basura; haceme la comida”. No, claro que no. No es sano.
Mamá siempre le dice a la gente lo que tiene que hacer. “Lavate tal cosa”, “andá a tal dirección de tu madre”. Las madres tienen la llave de la verdad en nuestra cultura. Siempre saben lo mejor para sus hijos, como si tuviéramos la verdad tatuada en el culo. Si, seguro que sí. Apenas salimos del repollo leen un poco el manual y ya saben qué hacer. “Si llora, darle la teta. Si no llora, zamarrearlo un poco hasta que llore, y darle la teta”. Eso es: culo y teta, manual teórico y solución práctica.
Las mamás siempre saben lo mejor para uno. Solo ellas pueden leernos el culo. Nosotros tenemos la cabeza muy arriba, no no, muy arriba, y apuntando para el otro lado. Es imposible, solo mamá sabe qué es lo mejor para vos. Tienen la ventaja de haber vivido más, y se formaron para leernos. Intuición materna le dicen. No importa si vivieron bien o mal, mucho o poco, ellas saben.
Mamá era joven cuando me tuvo (¡Es! ¡Es joven!) Capaz que por eso necesita mirar tan seguido el manual, y pegarme unas cuantas veces para aclararlo (yo diría “acalorarlo”, si querubín, o “acolorarlo”). Pero al final sabe qué es lo mejor para mí.
Por eso me mandó al sótano con el perro, y yo digo que tengo el perro viviendo en el sótano; y mamá debe decir “tengo un nene viviendo en el sótano”. O quizás el perro lo dice. Los perros no hablan, pero yo tampoco. No es divertido hablar cuando la única respuesta que obtenés es un ladrido. No, no, el querubín ya no habla. Así que no sé si es mamá la que tiene un niño y un perro en el sótano, o si ella me tiene a mi y yo al perro, o si el perro y yo tenemos a mamá escaleras arriba, atrás de esa puerta que deja entrever una débil luz. También podría ser que el perro me tiene a mi, o yo soy el perro. No lo sé, querubín. ¿Sos el perro, querubín?. No hay nadie a quién preguntarle, y ya no sé hablar. No es sano, nada de esto. Tengo que hacer el esfuerzo, acordarme las palabras, gritar fuerte. «¿-q-u-i-é-n s-o-y?». Debo gritarlo, si querubín, para que todos te escuchen... Ahí voy:
- ¡GUAU, GUAU!
Esteban M. Landucci
1 comentario:
hey loco buenísimo, buenísimo
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