15 de abril de 2009

(#73) Sin título

Este texto, a diferencia de los últimos tres posteados (70, 71 y 72) no es reciente. Estaba por ahí dando vueltas y lo encontré hoy. Lo posteo tal y como lo encontré.

(Sin título)
por Emilio Luzbel

Tomó el cuaderno y el lápiz y escribió algunas frases pretenciosas y ciertas, pero luego de unos cuantos renglones dejó de encontrarles importancia. Agotadas sus miserias le resultaba particularmente difícil encontrar su artista interior. “Ahora mi arte es vivir”, pensó y por primera vez no lo preocuparon lectores, críticos y ganancias.

Solo consigo mismo en la habitación con el tímido velador prendido su percepción derivó a aquello que nunca notaba en el fragor de la cotidianeidad y la ebullición de sus ideas: el completo silencio. No estaba loco, por supuesto. Podía escuchar el corroimiento del ventilador, que ya estaba allí cuando adquirió la pequeña casa, y los grillos fuera de su ventana, pero el absolutismo del silencio en sus sentidos los relegaban a un plano imperceptible.

Aquella sensación le resultaba tan gratificante que ni siquiera intentó recordar si la recordaba. Sabía que también la había percibido la noche anterior, después de hacer el amor, cuando ella recostó la cabeza en su pecho amansado. La rodeó con sus brazos y sintió que al protegerla se protegía, y la amó por eso. Luego se durmieron como dos niños agotados por las aventuras de una tarde soleada.

Sin embargo cierto escepticismo sobreviviente en su ser trató de persuadirlo de que aquello podía ser solo la calma antes de la tormenta. Se encontró pensando, para su sorpresa, que las lluvias no solo mojan, sino que también riegan, y que aquel bienestar era asimismo producto de las tormentas pasadas.

Se dio cuenta que el futuro no le preocupaba de la misma forma que antes, y no le pareció mal. “No hay futuro sin presente”, se dijo. Consideró que así estaba bien: tomando los problemas como desafíos, sin levantar la cabeza para ver el horizonte y descuidar el camino.

Más temprano, antes de acostarse, había salido de la casa a fumar su religioso único cigarrillo del día. Se acomodó en el pasillo, logrando sin saber cómo cierto confort en aquel reducido espacio. Apartó la atención rápidamente del cancerígeno porque la noche estaba estrellada y aquello le encantaba, pero no tanto como las nubes. Quedó como absorbido ante la visión de una estrella inquieta, y comenzó a escuchar más atentamente a su alrededor: los grillos, las hojas de los árboles y un extraño sonido incisivo que no supo si atribuir a los murciélagos o a las estrellas mismas.

Le resultó extraño encontrarse en aquel lugar, que le representaba un espacio personal para pensar sus angustias, con aquella calma. Temió haber perdido todo rasgo conflictivo de su vida, y convertirse en una persona aburrida. Luego reflexionó “Quizás lo sea para los demás, pero sería cruel culparme de que a mi me resulta aburrido lo que hacen los demás”.

Cerró el cuaderno pensando que nada bueno saldría de aquel borrador y apagó la luz. Giró sobre si mismo y enfrentó la almohada con la cara. Dio algunas vueltas en la cama antes de dormirse y luego soñó algo hermoso que no pudo recordar.

(sin fecha)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chauuu, es perfecto. Los recursos que utrilizás para describir determinadas situaciones, sencillamente perfecto. Dale loco, no pares de escribir. "No estaba loco, por supuesto. Podía escuchar el corroimiento del ventilador, que ya estaba allí cuando adquirió la pequeña casa, y los grillos fuera de su ventana, pero el absolutismo del silencio en sus sentidos los relegaban a un plano imperceptible.", me deja sin nada más que decir.