El agua besó tardía el cemento.
Tiempo ha que no
me visitabas,
dijo la acera
sometida al verano.
Había agotado tus
vapores.
-Me han
esclavizado los vientos.
Lleváronme errante
a su antojo.
Pero he vuelto a
tu rigidez,
que es la forma
que añoraba.
-Me besas mejor
que otrora.
Tus labios de
poesía
hicieron barro en
tierras foráneas
y orgías en las olas del mar.
Pero qué bien
besas...
Traes un frío de
otras latitudes,
ajenas a las urbes
de concreto.
Y tus caricias apaciguan,
porque aun tienes pasión.
-Tú eres mi
Macondo.
A nadie ame con
tanta agua.
Déjame que me
quede contigo
al menos cincuenta
años.
Ábreme tus bocas
de agua
para anegarte los
sentidos.
Quiero ofrendarte
charcos
para que reflejes
las estrellas.
Doblegaré a los árboles
para que se rindan
a tus pies
y ahuyentaré a los
autos.
Solo yo te
transitaré.
Estás tan
sedienta...
-Ya he confiado en
tus ardides,
estacionario amor
veraniego,
y te has ido de
juerga con el sol
dejándome pintado
un arco iris.
-Quise ofrendarte
una imagen
de lo que quisiera ser para ti.
Al soplarme de tus terrazas
ya no pude ni regar un jardín.
-La liquidez de tu omnipresencia
ya gotea un jazz en los techos.
Los amantes llenan la atmosfera
con mensajes de texto.
Podrías quedarte una semana,
aunque estemos en Enero.
Recuérdame el
otoño aquel
que de tanto amor…
Me quedé a oscuras,
desborde mis costas.
Stefano, 22/12/11
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