Soy de los que no les gusta disfrazarse. No le encuentro ningún atractivo.
Supongo que
se debe a un trauma de la niñez. Un niño no debería ser obligado a disfrazarse y bailar canciones folklóricas en los actos escolares.
Eso es una forma perversa de entretenimiento para los adultos; para los
niños –para algunos de nosotros- era humillante. Nunca me recuperé: no sé
bailar, mis resistencias a aprender son tan grandes como las que tengo a
disfrazarme. Cuando bailo yo no bailo: tengo como espasmos arrítmicos de la
cintura para abajo. Hacia arriba, mis brazos quedan descolgados y mis hombros
carecen de sensibilidad musical. Todo eso lo soluciono sosteniendo el trago con
una mano y el cigarrillo con la otra.
Por supuesto,
para la mayoría de mis compañeros resultó bien lo del bailecito con las chicas
o al menos no les significó ningún acomplejamiento. Crecieron siendo gente sana
que considera que las mujeres son todas putas y que a los negros hay que
matarlos a todos. A veces pienso Mirá si en vez de obligarme a bailar hubieran
buscado algo para lo que yo fuera bueno, como hacen en las escuelas yankees. A
lo mejor hoy sería un exitoso escritor de teatro sin acomplejamientos que
considera que las mujeres son todas putas y que a los negros hay que matarlos a
todos, por ejemplo.
Aprendí a bancarme que el disfuncional soy yo. Entonces cuando me
preguntan por qué no me disfrazo, contesto que no me parece necesario, que
vivimos disfrazándonos, ante cada persona y situación adoptamos un disfraz
diferente. Y me aterroriza pensar que si me disfrazara correría el riesgo de
ser quien soy.10.Glorioso
ofrendarte millones de vidas
en un
glorioso instante
de ojos
cerrados
mirando hacia
adentro
de gritos
libres
apenas
murmurados
a duras penas
reprimidos
de duro pene
expulsadas
millones de
vidas
en un
glorioso instante
de boca
abierta ofrendada
néctar
vertido como metralla
en el lienzo
de tu rostro
millones de
vidas
pasajeras en
tu garganta
transeúntes
de tus entrañas
acabadas11.Invertido
Que siga el universo invertido
Y el sapo
bese a la princesa.
Que la
montaña vaya a Mahoma.
Que disfrute
yo de tus aromas
y que tu cuerpo premie mi vileza.12.Parsimonia
Van desapareciendo
con violenta
parsimonia
esperanzas,
sueños, objetivos,
como se van
los días mismos
goteados en
el cuenco
de un dios
inconmovible.
Se van y el
Yo también
se deshace en
posibilidades
y como cada
palabra
somos lo que
dejamos de ser
para ser lo
que somos.
Y somos cada
vez menos:
sueño de
inmortalidad,
luego esperanza
de muerte,
hasta que solo
somos muerte,
carga de
otros, mero recuerdo.
2 comentarios:
Sobre el texto nro. 9, dejeme decirle que no es usted el único escritor que se rehusa a vestir esos harapos que pretender simular un personaje conocido.
Sin ir mas lejos le dare mi testimonio: al igual que usted, siempre ha sido un peso para mi vestir cual dama antigua en los actos de la escuela... Siempre lo mismo: vienen los españoles, quémenlos con aceite hirviente de sus ollas! Si, la capacidad creativa de los profesores para los actos, retrocedía año a año.
Al ir creciendo los amigos comienzan a generar esas tontas ideas en su cabeza: "la fiesta de disfraces". Pero tambien podemos llamarlo el evento que reune a 20 pibes vestidos de Mario Bross y al grupo de chicas que se encarga de "atorrantizar" cualquier disfraz con la adhesión de unas medias de red (aunque sea un Teletubbie).
Es por esto que los escritores no nos gusta la onda del disfraz, a nosotros nos gusta disfrazar a nuestros personajes, a nuestras escenas... Y aunque nos quejamos, es obvio que vamos a ir a esa fiesta. Por más que nos tachen de amargos, el escritor siempre observa para escribir cosas como estas aunque sean las 4.30 am.-
Es cierto, igual uno quiere observar, decodificar qué es lo que sucede, y sin duda uno de los fenómenos más interesantes es el que usted muy bien definió bajo el verbo atorrantizar. Formidable.
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