10 de diciembre de 2005

(#39) Humildad, muchachos.

Humildad, muchachos
por Esteban M. Landucci

Las primeras veces que veía a Fernando Lanzidei en mi vida, sentía algo de temor. Una especie de respeto reverencial originado porque un amiguito me había contado que era jugador de fútbol. Que había jugado en Central.

Mis nociones futbolísticas en ese momento eran que todos los domingos un montón de jugadores jugaban muchos partidos durante todo el día. Llegaban hasta mis oídos los nombres, casi míticos, de el Negro Palma, Polilla Da Silva, Petaco Carbonari, pero yo no los concebía en forma humana, sino una especie de nebulosa de caras desconocidas jugando un partido imaginario. Yo realmente no recuerdo el impacto que me causó ir por primera vez a la cancha, pero de seguro debe haber sido bastante grande, ya que se abría ante mi un mundo totalmente desconocido. Y ahí estaban, y mi amigo me los nombraba. “Ese es Da Silva, el Polillita”, me marcaba, “Y ese de mas allá, con la 2, es el Petaco”. Y yo hasta ese momento lo único que había escuchado de Horacio Carbonari, era el hecho de que le pegaba a la pelota mas fuerte que cualquiera. Debe haber sido impactante, sin embargo no lo recuerdo tanto como si al respeto que le tenía a Fernando.

Después de algunos escasos intentos mas o menos fallidos, el club (Rosario Rowing Club) había decidido jugársela y poner una escuelita de fútbol, y para encarar el proyecto buscaron alguien fiel a los ideales rowinianos, a la honestidad, a la humildad, y a la amistad. Yo en esa época jugaba al tenis, y me encantaba, pero algo me tiraba para empezar a jugar al fútbol, para probar, nada más. Y fui, y fuimos. Casi todos los chicos que andaban dando vueltas por el club se prendieron, y los padres parecieron tomar con muy buen agrado el nuevo proyecto. Y allí fuimos dejados. Depositados en buenas manos.

A ya casi una década de ese primer día, lo celebro como uno de los mejores acontecimientos de mi vida. Para muchos de nosotros, Fernando fue el segundo padre, y para algunos, por momentos, hasta el primero. Y para él alguna vez fuimos, también, su padre.

Conduciéndose por el lado bueno del fútbol, y valiéndose de él para ayudarnos a ser mejores personas, erigió en nuestra personalidad un sentido de conducta y compañerismo, aunque algunas veces no las hayamos puesto tan en evidencia.

Fuimos la primer camada, esa que hace vivir las emociones más fuertes. Compartimos miles de prácticas, enojos y alegrías. Muchas veces algunos de nosotros salimos llorando de la impotencia que puede producir el fútbol, pero a la siguiente practica volvíamos, porque la alegría tiene que pagarse con dolores, y con dolores se aprende.

Mas allá de los milagros que hizo con nosotros, ya que muchos no sabíamos ni caminar correctamente, y en dos años estábamos corriendo atrás de la pelota, lo que se cultivó en ese semillero no fueron futbolistas, sino hombres.

Algunos de nosotros éramos caprichosos o rebeldes, pero cuanto más faltábamos a la humildad, ahí estaba su voz que se escuchaba desde cada rincón del club: “Yo no lo puedo creer, muchacho’. Que no sepan dar un pase está bien, pero que no tengan humildad, no se los voy a perdonar”. Discutíamos tanto con él que a veces nos enojábamos gravemente, pero con el tiempo nos empezó a hacer ocupar el lugar de ejemplo para los nuevos chicos que ingresaban a la escuelita, y así, de a poco, fuimos tomando responsabilidades, al tiempo que en casa nos daban nuestro primer juego de llaves.

Al final éramos como pares, mas aún cuando Fernando se mezclaba entre nosotros y peleaba mas que ninguno para ganar, incluyendo trampas (ya que él también oficiaba de arbitro), juegos de palabras y provocaciones. De esa manera, calculo que concientemente, nos mostraba que en el mundo hay buenas y malas formas de hacer las cosas, pero que la única salida que valía la pena es ganar en buena ley, o no ganar. Tuvimos algunas caídas, es cierto, pero a la larga adquirimos un sentido de la ética que quizás en otras circunstancias no hubiéramos forjado.

Hoy, con 18 años, a un año de terminar definitivamente de jugar con él y el profe Petrini, y después de haber pasado toda mi adolescencia compartiendo prácticas 3 días a la semana, partidos, y viajes, me toca ver a Fer siguiendo su propio camino. Y es nuestro turno de sentirnos orgullosos de él. Y podemos estar tranquilos, en la cancha de la vida, tiene tripas y corazón verde y blancas, y huevos de toro.


¡Sssiiiigaaa!, Narigón, que sigue yendo por el camino bueno del fútbol, y de la vida.


Esteban M. Landucci
(y la Primer Camada)

2 comentarios:

Kelvin dijo...

Kia Ora (hello) from a blogger down under in New Zealand. I was surfing the blog world, when your blog "popped" up, so i thought I might as well say hello, even though I can't understand your language. take care

Anónimo dijo...

Good afternoon


Why should you pay money to ebay when you can have a better ebay FREE at http://www.BuySellDirect.net


http://www.BuySellDirect.net is what ebay users need to sell FREE on the internet.