21 de junio de 2007

(#59) El Carozo

El Carozo
por Emilio Luzbel

La casita estaba caprichosamente en el medio de la manzana, y la llamaban “el carozo” hasta que se acordaban que las manzanas no tienen carozo, sino semillas, pequeñas como esa casa, suficientemente terca para estar en el centro de todo, y robarle una porción de espacio a las demás casas. Había que recorrer un pasillo adornado con ventanas de vidas ajenas; nenes mirando la tele, mujeres envejecidas antes de tiempo planchando eternamente, una heladera siempre igual de pequeña a través de los años, y la mirada desviada al chocar con la privada cotidianeidad en exposición. En los días rutinarios el pasillo alcanzaba a medir un maratón; en las noches excepcionales, duraba menos que una pelea de amigos.

Allí se encontraban, a veces sin darse cita, y se amaban sin estar enamorados, porque no encontraban razones para no hacerlo, y porque lo hacían magníficamente. A veces él ponía música y le explicaba las letras y su relación con los hechos de la vida de verdad; a veces ella lo escuchaba. Y a veces ella le contaba las cosas más comunes y sin importancia, exageradas hasta la exageración, y a él no le importaba, ni la irrelevancia ni la exageración, porque le gustaba su voz y burlarse cuando se equivocaba. Y peleaban igual de fácil que como se amigaban.

En verano los cinco metros cuadrados de césped eran el Edén, y cualquier parte de la casita el Averno. Se quedaban afuera, desnudos como siempre en el verano, recostados en el pasto, que era el mejor pasto que se haya visto, porque no picaba. Cuando el día siguiente no tenían que ser responsables, tomaban varias cervezas y hablaban sobre temas en los que nunca estarían de acuerdo, y solucionaban la disputa en amor a un solo round, y el que primero llegaba perdía, y así los dos lo hacían lo mejor posible, y las ocasiones mejor recordadas son las que ganaron y perdieron los dos.

Cuando se quedaba y ella se iba era feliz, porque podía extrañarla tanto como pensar en cualquier otra cosa. El hombre solo conoce la paz cuando vació su libido. Cuando se quedaba y él se iba era feliz, porque la casita era su palacio, y podía ordenarlo como quisiera, pensando en la cara de él cuando lo descubriera.

Había también una guitarra que a ella nunca le interesó, y él nunca aprendió a tocar muy bien. Siempre había querido escribirle una canción, pero se había dado cuenta que no tenía nada sinceramente hermoso para decirle, y así también se dio cuenta que no estaba enamorando. A ella un hombre le dio un beso que no había pedido, y al despegarse de sus labios se había dado cuenta de los cinco minutos que su objeción llevaba demorada, y así también se dio cuenta que no estaba enamorada.

La vida siguió igual por un tiempo, solo que se contaban los pecados sin culpas, quizás buscando algún indicio de amor que floreciera en los celos, y nunca encontraron ni uno ni otro, ni ella ni el. No tan lentamente la gracia de su juventud comenzaba a ponerse gris y adulta, y sus peculiaridades a convertirse en redundancia, y la belleza de ella amenazaba volverse eterna, y un día cayó en la cuenta de que con su cariño había dejado de buscar el amor, y vio en las entradas de su antes magnífica cabellera lo efímero del tiempo, y disculpándose se fue, porque no encontró razones para no hacerlo.

Al poco tiempo encontró un tipo con cenas, cines, cafés, llamadas, paseos de la mano y proposición formal. Viven en un departamento alfombrado, fresco en verano y templado en invierno, tienen amor los días pares y ropa de entrecasa, y cuando los días amanecen irresponsables se levantan temprano para leer el diario sin apuros y desayunar. Es en un primer piso, en una esquina sin terquedad, y tenés que subir una escalera que nunca dejó de parecerle corta pero intensa, como la felicidad de los años en El Carozo.

El empezó por descubrir los celos, y ahora lleva escritos tres canciones, siete poemas, quince cartas, y este cuento de amor.

21 de junio de 2007

4 comentarios:

Unknown dijo...

Omfg, increible si es referido a lo que pienso.

EXTRAORDINARIO.-

No puedo darte muchos consejos sobre literatura, ni narracion pero me encanta la parte que dice:

" A veces él ponía música y le explicaba las letras y su relación con los hechos de la vida de verdad; a veces ella lo escuchaba. Y a veces ella le contaba las cosas más comunes y sin importancia, exageradas hasta la exageración, y a él no le importaba, ni la irrelevancia ni la exageración, porque le gustaba su voz y burlarse cuando se equivocaba."

Te quiero wata, y me encanta como escribis.

PD: No todos nacen pro, pero muchos moriran noobies.


GO PRO.

Tewa dijo...

Write hard, go pro :D

Gracias hermano.

Después me gustaría que me digas a qué pensás que está referido, aunque creo, es bastante evidente.

Anónimo dijo...

Estanislao:

So zarpado, precioso clima crea y juega con las locuras tan exactas que están alojadas en la mente humana.


Te admira y felicita, Estanislao Mateo Repetto.

Anónimo dijo...

Muy humano sensibilizado y sincerizado. HERMOSO.
Qué pena q a veces valoremos cuando ya es tarde.

Me pasa algo parecido a esto.
Me sentí identificada con esto, pero lo mio aun no terminó...y aun no se por qué.
"Allí se encontraban, a veces sin darse cita, y se amaban sin estar enamorados, porque no encontraban razones para no hacerlo, y porque lo hacían magníficamente."
"Cuando se quedaba y ella se iba era feliz, porque podía extrañarla tanto como pensar en cualquier otra cosa. El hombre solo conoce la paz cuando vació su libido. Cuando se quedaba y él se iba era feliz, porque la casita era su palacio, y podía ordenarlo como quisiera, pensando en la cara de él cuando lo descubriera."
"La vida siguió igual por un tiempo, solo que se contaban los pecados sin culpas, quizás buscando algún indicio de amor que floreciera en los celos, y nunca encontraron ni uno ni otro, ni ella ni el."
"...un día cayó en la cuenta de que con su cariño había dejado de buscar el amor, y vio en las entradas de su antes magnífica cabellera lo efímero del tiempo, y disculpándose se fue, porque no encontró razones para no hacerlo."
"El empezó por descubrir los celos, y ahora lleva escritos tres canciones, siete poemas, quince cartas, y este cuento de amor."

SOMOS HIJOS DEL RIGOR???