18 de noviembre de 2011

(#88) Letrificar

Durante años no tuve más que palabras. Diferentes, diversas, desemejantes, distintas, dispares, desiguales. Con ellas bastaba para saber quién era yo y qué es todo lo que me rodea.

Todo podía ser letrificado y aprehendido. Tal cosa se llamaba "Manzana" y era "un fruto comestible redondo proveniente del Manzano", tal otra cosa que era "un cúmulo de hojas impresas con palabras unidas por un lado y protegido por cubiertas" recibía el nombre de "Libro".

Entonces cruzaba palabras, las hacía besarse, acariciarse, penetrarse, eyacular y fecundar; así concebía ideas que después nacían con forma de ideales, fuertes y sanos. No necesitaba nada más que saber lo que necesitaba saber pensar de cada cosa.

Hasta que conocí lo que nunca podré -y nadie podría- definir ni describir. Una energía que hace vida a la vida y muerte a la muerte; la línea de puntos por la que se corta la esencia de todas las cosas y seres.

Se me apareció en forma de mujer (la más... y... mujer del mundo) y los significantes y significados se divorciaron y huyeron cada uno por su lado, dejándome callado. Pero en vez de dejar de entender, sentí que lo hacía por primera vez, aunque "entender" no sea la palabra (aunque no haya palabras). Las complejidades se simplificaron; vi y escuché.

Ahora comprendo que puedo vivir sin palabras. Pero n.. podr.. vivir sin...

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